sábado, 21 de abril de 2012

Añorarle.

Su brazo era lo único que seguía abrazando mi piel, y ahí estaba yo, a escasos centímetros de él, escuchando su respiración mientras dormía.
Me di la vuelta para volver a dormirme, pero le desperté.
Sus pulsaciones se clavaron en mi espalda, y sus manos se entretenían buscando mi ombligo.
-Qué bien hueles..- dijo mientras me besaba la nuca.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y me volvió a girar.
Nuestras miradas se cruzaban a través de la oscuridad, mientras el silencio lo invadía todo. Deslizaba sus dedos por mi espalda, dejándome gritos de sus ganas, y me acercó aun más. Jugaba bajando por mi boca, rozando el arco de cupido hasta mi barbilla.
A milímetros para juntarse del todo.
Se encendieron luces con sus besos, saltaron chispas con sus dedos, y no acabó, se detuvo el tiempo. Mis piernas le atrapaban y competíamos por el latido más fuerte. Su pecho contra el mio, tan firme, como si el mundo se acabara en ese instante; y cuando mi respiración se agotaba, él me prestaba la suya. La luz empezaba a agujerear las gotas que corrían por el cristal, empañado por el calor.
Y, en el fondo, lo único que quería era verle amanecer.

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